Lulú Petite

Dicen que los blogs han muerto. Es extraño que haga una afirmación como ésta, justamente en un blog personal, pero eso dicen. Los blogs han muerto y ni siquiera fuimos invitados al entierro (sin albur). Ni modo, compongamos un réquiem, un discurso para el funeral y lágrimas para el sepelio, pero, como decía Porky, esto es to… esto es to… esto es todo amigos.

Fue bonito mientras duró, no eres tú, soy yo, blah, blah, blah. Después de más dos décadas de historia, creo que la crónica de la muerte anunciada de los blogs es una exageración.

Sin duda, la atención hoy está en redes sociales y en medios más audiovisuales. La inmediatez de la comunicación, el tuit rápido y certero, los videoblogs en YouTube. Incluso Facebook y twitter poco a poco se comienzan a ser desplazados en interés por WhatsApp y Viver. Plataformas más íntimas e inmediatas. Espacios donde puedes, en pocas líneas, mantener contacto con quienes te da la gana.

Lo cierto es que creo que eso no ha de matar a los blogs, siempre hay alguien con tiempo y ganas de leer algo, aunque sea mientras están en el baño. En cambio si los puede eliminar, como en mi caso, su abandono. Algunas y algunos blogueros seguimos escribiendo pero de forma esporádica, muy de vez en nunca, manteniéndolos vivos por goteo.

Los blogs que se mantienen vivos y sólidos son los que no han sido abandonados. Así que trataré de volver a la casa y, al menos regresar este chunche a la vida si me quieres prestar tus ojos un rato.

Bien dicen que el blog se alimenta del comentario, así que si llegaste hasta aquí significa al menos que hay quienes se interesan por leer más de 140 caracteres. Deja un comentario.