Lulú Petite

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Decálogo sexual

2011-10-14

Una muy buena amiga me dijo hace unos días unas palabras con vocación de declaración de principios. Estábamos compartiendo unos tequilas y, al calor de los chupes y el cotorreo, salió  a la conversación aquella historia casi heroica de la marcha de las putas y, claro, hablamos sobre mi amiga Minerva Valenzuela, su valentía y su simpatía. Entonces, como si hubiera sido inspirada por una locomotora de perspicacia, mi amiga, fan como yo de la cabaretera fina, declaró punto por punto algunas de sus más firmes convicciones sexuales.

Me habría encantado tener a la mano una grabadora o al menos una libretita para ir anotando lo que de su boca salía, pero aunque mi memoria es traicionera, trataré de repetir, con mis propias palabras y con los defectos de la inexactitud del intérprete, la filosofía de colchón de mi amiga feminista, inteligente y lúcida, en una especie de decálogo:


1. Todos los seres vivos tenemos derecho al sexo. Siempre que haya consentimiento, el derecho a coger y ser cogido(a) debería estar, mínimo, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y entre las garantías individuales de las constituciones de todos los países modernos.


2. Como el sexo debe ser reconocido como un derecho universal, la educación sexual debe ser también garantizada. La educación debería de ser reconocida en todas las constituciones nacionales, como laica, gratuita, obligatoria y promotora de una sexualidad saludable y adecuada a cada edad, de modo que un niño o niña sepa siempre defender su infancia comprendiendo su cuerpo y todo adulto ejercer de manera informada su derecho al placer sexual.


3. Dicen quienes saben que, de lo que aprendemos en la escuela, sólo retenemos en nuestra vida adulta entre un 5 y un 10%. Pocos podrían decir, sin googlearlo, qué es un pretérito pluscuamperfecto, pero cualquiera podría decir si es más sabroso coger de a perrito o de cucharita, entonces ¿Por qué en las escuelas nos educan más para lo que menos nos importará en la vida? ¿Por qué no se le ocurre a alguien una educación más humanista? ¿Por qué no crear asignaturas sobre el amor, sobre las relaciones, sobre la familia, sobre la amistad, sobre las pérdidas y el duelo? Vivimos, en la intimidad, tratando de entender nuestro corazón y en la escuela se la viven tratando de enseñarnos a entender una hipotenusa que nos importa un bledo. Ofrecer menos matemáticas y más educación sexual, tendría más chavas y chavos felices e informados y, claro, disminuiría la reprobación y los embarazos no deseados.


4. Cualquier conducta sexual es aceptable, siempre y cuando sea voluntaria, adecuada a la edad de los practicantes y nadie salga lastimado.


5. Robar una inocencia o que un adulto adelante premeditadamente la madurez sexual de un menor, es un crimen que no debe perdonarse. La pedofilia debe ser el delito más duramente castigado en los códigos penales.


6. El género es un regalo de la naturaleza. La mujeres tenemos vaginas, los hombres penes. Con eso, las combinaciones son infinitas, pero igualmente bellas, el comportamiento sexista no sólo está pasado de moda, está penado (o debería).


7. Lo que hacemos en la cama es sólo un pedacito insignificante de lo mucho que hacemos en la vida, nos hace felices y plenos (as), pero no nos define. A nadie debe discriminarse por sus preferencias sexuales, sean cuales sean (siempre que se cumpla lo expuesto en los puntos 4, 5 y 6).


8. El placer es salud, venimos al mundo a ser felices y el sexo es parte de esa felicidad, es parte de una plenitud que merecemos. No importa la edad, situación económica o condición física, todos tenemos derecho al sexo. El viagra debe ser parte de la canasta de medicamentos básicos que se repartan gratis, igual que los condones.


9. El trabajo sexual es un trabajo. La explotación sexual es un delito. Perseguir lo primero no resuelve lo segundo. Atender y comprender el trabajo sexual, sin prejuiciar ni condenar a trabajadoras (es) y clientes, sería el primer paso para desarticular el negocio vil de los explotadores.


10. Los seres humanos nacimos para amar y no hay amor más pleno que el que expresamos voluntariamente, armoniosamente y amorosamente con nuestros genitales.


Ella lo dijo más bonito, lo juro, pero al menos traté de que no se perdieran entre el humo de la conversación algunas de sus dulces palabras. En fin, comparto.

Un beso