Lulú Petite

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Entren santos peregrinos...

2011-12-18

Algo que recuerdo de mi infancia, es que una vez al año, después del 15 y antes del 24 de diciembre, los vecinos se ponían de acuerdo para organizar la posada de la calle.


Ahora voy a fiestas distintas, donde basta con que haya música, chupe y que sea en diciembre para decirle posada. La que organizaban los vecinos era todo un ritual. Nos juntábamos de veinte a veinticinco familias, cerrábamos la calle y la ocupábamos para montar mesas, sillas, adornos y demás folclor navideño. Claro que había casas con jardines donde podía armarse la pachanga, pero lo importante de la fiesta, era justamente que los peregrinos estuvieran en la calle, listos para buscar un hogar dónde pedir posada.


Cada año, la casa cambiaba y sus dueños eran los responsables del poche y los tamales y ponían a los peregrinos en su nacimiento. Lo demás lo ponían entre todos. Como la colonia se fundó con puras familias jóvenes, los hijos éramos más o menos de las mismas edades, así que era un corredero de chamacos con la adrenalina de las vacaciones hasta el tope, la expectativa de recibir a Santa Clós bien afianzada y el azúcar de las fiestas navideñas poniéndonos más pila que a los conejitos de energizer.


En algún momento de la noche, doña Virginia, nos llamaba a todos y nos formaba en fila india con velitas y luces de Bengala. Hasta el frente una pareja cargaba a los peregrinos y ella recitaba los versos del Ora pro nobis. Y ahí íbamos todos en procesión, cuidando el pábilo de nuestras velas y cantando la letanía, hasta llegar a la casa dónde recibirían a los peregrinos. Entonces sí, ya en un tono más alegre, empezábamos a cantar a grito pelón.


E-en el nombre del cie-e-e-lo

O-o-os pido posa-a-a-da,

Pues no puede anda-a-a-r

Mi-i esposa ama-a-a-a-a-a-da…


Con el “entren santos perros gringos”, encendíamos las luces de Bengala, nos repartían la colación, colgaban las piñatas y acabábamos corriendo y jugando por la calle hasta entrada la madrugada, cuando ya de plano el sueño nos vencía.


Anoche regresé de una posada, de las modernas claro, sin velitas ni peregrinos, con música mezclada con usb’s, chupe y buena vibra. Me la pasé a todo dar y tuve sexo delicioso, pero llegando a casa recordé aquellas posadas de la infancia, principalmente porque en una de ellas, en la última a la que fui, ya no siendo del todo una niña, descubrí el deseo y tuve mi primera experiencia sexual… pero no he de adelantar más, pues de eso se trata mi colaboración del próximo martes en El Gráfico, espero que les guste…