Lulú Petite

Paris: Los cuerpos sin vida de Bernard y Georgette Cazes, una pareja de ancianos, fueron encontrados tomados de la mano sobre la cama de una habitación de un hotel en París. Él fue economista, filósofo y alto funcionario, ella, profesora de latín y literatura. Los dos tenían 86 años y varios hijos. Hace muchos, cuando sus cabelleras eran oscuras y tenían más futuro que pasado, se conocieron en ese mismo hotel y comenzaron una vida juntos.

No le tenían miedo a la muerte. Sí a la soledad y a la dependencia. Juntos podían irse tranquilos, separados no. Así que hace tiempo decidieron que, cuando no pudieran valerse por sí mismos, irían al lugar donde todo comenzó y terminarían, de una manera trágica, pero no menos romántica y conmovedora, con uno de esos actos sublimes de amor octogenario que apenas crees posible en una novela de García Márquez.

La pareja dejó varias cartas explicando su decisión. No es necesario leerlas para respetar lo que hicieron y, aun así, saber que está mal. Que cuando una persona es mayor es cuando menos solo debemos dejar que se sienta, que todos tenemos con alguien la deuda moral de cuidarle, como ellos nos cuidaron cuando éramos nosotros quienes lo necesitábamos.

Cómo contrasto esa nota con la de un tal Ismael Ávila, de Pátzcuaro Michoacán, que para no variar, publicó en su cuenta de Facebook la foto de cómo tortura a un cachorrito metiéndolo en una botella de PET. Cansa ver este tipo de cosas, pero hay que seguir exhibiéndolas. Cualquier tipo de maltrato, a una persona, a un animal, a la naturaleza, a la vida, si la conoces denuncia, divúlgala, critícala, sin promover el odio ni el linchamiento, hacer saber que los que atacan a alguien indefenso son reprobables servirá al menos para que el culpable escarmiente o reflexione y que otro, con la tentación de hacer lo mismo, lo piense dos veces. No al maltrato animal. De hecho: No al maltrato. Punto.